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Encapotado

Andrés Waissman

Curadora: Lara Marmor

3.11.16 - 6.1.17

Una masa hecha de cientos de kilos de hilos de metal se encuentra suspendida en el espacio: es el nubarrón de un cielo plomizo, la fumarada de una pila de basura quemada, un huracán de paredes compactas, la humareda de una chimenea industrial que se extiende sobre nuestras cabezas. Andrés Waissman toma el espacio para armar una construcción monumental. El artista presenta una versión radical de sus obras realizadas en viruta. A diferencia de los trabajos anteriores donde el material se despliega sobre un bastidor en posición frontal al espectador, está vez construye un enorme conglomerado en la parte superior de la sala.
 

Este trabajo podría pensarse como consecuencia de un replanteamiento de la pintura como espacio aislado del espectador. Esta reconfiguración de la experiencia estética asegura un acercamiento contundente a la realidad que el artista quiere compartir, porque la frondosa corporeidad de la obra
inevitablemente nos toca.


La expansión de las finas tiras de metal invita a experimentar de manera corpórea el caos, tiene la fuerza de intensificar la conciencia sobre el estar en el mundo, pero estar -en contacto con la aspereza y el frío del metal- de una manera dramática en medio de un estado de pre o post apocalipsis.
 

El uso de un material como la viruta, que no es más que puro residuo industrial, expresa la voluntad del artista por compartir su visión sobre determinadas circunstancias de la época. Es la expresión de la aridez y de la desposesión espiritual que a veces nos invade. La representación de una maraña, una
multitud que se mueve sin rumbo, una mancha que nubla las ideas ¿Expresa acaso el fracaso de la política?


Si muchas veces el arte funciona como refugio, esta obra no es precisamente un lugar de reparo. George Bataille en 1930 escribía “Uno de estos días, es cierto, el polvo, debido a que persiste, comenzará a triunfar sobre las sirvientas, invadiendo con inmensos escombros las construcciones abandonadas, los docks desiertos: en esa lejana época no subsistirá nada que salve de los terrores nocturnos, por cuya falta nos hemos transformado en tan buenos contadores...”

 

Mientras la masa gris y espesa se encuentra suspendida, el óxido se desprende y las partículas del polvo caen como si fueran cenizas o vestigios de una civilización que parece estar cayéndose a pedazos. Aunque claro... después del encapotamiento el cielo siempre se aclara.

Lara Marmor

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