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Vértigo

Lorena Marchetti

Curador:  Javier Villa

1.9.17 - 30.9.17

En 1898 Oscar Wilde se despacha contra la naturaleza y a favor de la mentira. The Decay of Lying es, sobre todo, una argumentación sobre cómo la vida imita al arte. Actualmente estamos en una era anti-mimética (¿o de mímesis invertida?): nadie dudaría que las imágenes diseñan formas de vida. Incluso varias vidas parecen anclarse en un pantone específico; una emocionalidad catalogada por cierto filtro del iphone. La vida se transformó en un enorme chroma-key sobre el cual sobreimprimir nuestra ficción cotidiana (aunque ya nada se imprima). Y la ciudad, para aquellos que somos cosmopolitas, en su compleja escenografía.

--- No es un problema que no exista distancia entre ficción y realidad. Cuando mi hija me pregunta si existen los unicornios, le contesto que sí porque puede imaginarlos, describirlos o dibujarlos; como también le digo que es cierto que cada vez hay más personas durmiendo en la calle porque puede verlos. La ficción solía ser un terreno de las artes, hoy en día pareciera ser un terreno dominado por la política. El problema no es haber perdido el área de especificidad de nuestra disciplina, sino desentenderse de la potencia que puede provocar la fusión entre ficción y realidad; una fusión que permitiría, más que nunca, pensar cómo desde el arte se puede hacer algo para cambiar el curso de la narrativa general. Para los que hacen arte con fotografía la situación es aún más desafiante. Van a batallar en el centro de un ring plagado de redes sociales y aplicaciones, de medios masivos, sus satélites y sus drones, de juegos de verosimilitud y de manipulación de los  documentos ¿En qué se ancla un fotógrafo si ya no hay una masa consistente de realidad, sino una masa hacinada de ficciones? ¿Intentar apelar a un estado emocional compartido por algunos? ¿Narrar una microhistoria que hable de la condición humana? ¿Componer o desmenuzar pantones como si fuesen la naturaleza muerta del siglo XXI? ---

Un tipo viaja tres horas de ida y tres horas de vuelta a su trabajo, cuida una terraza con pasto sintético a la que nadie sube. Camina de un lado al otro en silencio. El sol le raja la frente durante ocho horas. Es el octavo piso del Museo de Arte Contemporáneo de Sao Paulo, una de las mejores vistas de la megalopolis.

En la época en la cual construye la Casa de Vidrio -mitad del siglo XX- Lina Bo Bardi dirá: “Hasta que el hombre no entra en el edificio, no sube los escalones, no posee el espacio en una ‘aventura humana’ que se desarrolla en el tiempo, la arquitectura no existe, es frío esquema no humanizado. El hombre crea con su movimiento, con sus sentimientos”. ¿Se podría decir algo similar, en la actualidad, sobre la fotografía? ¿Cómo pensar una aventura humana desde una imagen fija que se ha vuelto un lenguaje cotidiano? ¿Cómo expandir a la fotografía en el tiempo y en el espacio, que la imagen provoque movimiento o una sensación física? Estamos acostumbrados a mirar imágenes en pantallas, proyectar una imagen fija tendría entonces más sentido que imprimirla. Una imagen fija que proyectada puede ganar en tamaño, que pueda envolver o convertirse en un chroma-key para que uno proyecte su propia película. En el centro de un espacio vacío esa imagen podría expandir su capacidad de provocar los sentidos: se podría entrar a la imagen no sólo desde el sentido visual, sino también desde el sentido espacial, el sentido de la gravedad o el auditivo, el sentir a la ciudad que respira a nuestra espalda o la cercanía de los cuerpos que no estamos viendo ---esa imagen vibra cuando pasa un colectivo por la calle de la galería o se mueve lentamente por el aire que mueve un cuerpo que pasa por su costado---. Buscar un cuerpo que siente como siente un trabajador en una terraza, como siente una terraza a la ciudad, como siente la imagen al movimiento. Una imagen que ya no es fija.

En 1990 W.G. Sebald escribió Vértigo. Maestro en la producción de verosimilitud. Se adelantó unos años a la era de ficciones relatada por el arte contemporáneo a partir del archivo o el documento; realismo de bienal que estalló junto a la era digital y la manipulación de imágenes (Sebald se adelantó también a esto --- son dos caras de la misma moneda). Su chroma no era verde o azul, sino blanco. Pero aún podía hacerte sentir que lo que estaba narrando con palabras había ocurrido gracias a la inclusión de fotografías.  La falta de brecha entre ficción y realidad puede hoy dar vértigo, y tal vez sea la imagen fotográfica el medio más capacitado para provocar esa sensación física. El vértigo puede ser una simple sensación subjetiva, una ficción o un trastorno, pero lo cierto es que sentimos -físicamente- como las cosas empiezan a moverse. Parafraseando a Bo Bardi, aquello que rodea al hombre comienza a existir.

Javier Villa

 

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