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El destello y la sombra

Fabiana Imola

06.03.25 - 26.04.25

El destello y la sombra

FABIANA IMOLA

Composiciones florales y mosaicos con follajes secos, arabescos cubiertos de espinas y dibujos chinescos, volutas de hierro policromado y formas aserradas como cuchillos, lluvias de metal y troncos carbonizados, instalaciones con ramas y alucinantes piezas caladas, son algunas de las formas mediante las cuales Fabiana Imola rinde culto a la naturaleza y, puntualmente, al mundo vegetal. Se trata de un largo camino donde las recurrencias son tan significativas como los cambios; porque, aunque todo parece indicar que esta obra es como una serpiente que se muerde la cola, más que la figura del círculo le cabe la de la espiral, donde cada curva y cada nuevo alejamiento del punto inicial están acompañados por una inevitable torsión. Hace varios años, Fabiana realizó unas piezas de metal calado que representaban ramajes, cornamentas e insectos y que instalaba sobre las paredes generando, a su vez, sombras y reflejos. Sus negativos, una infinidad de pequeñísimos planos, se ordenaron, como otras formas igualmente sugestivas, sobre paños de vidrio apoyados en lingotes de madera. Sin embargo, este capítulo, aparentemente cerrado alrededor de 2016, volvió a reverberar recientemente.

 

Un conjunto de vidrios alargados con bordes pulidos obra como soporte para una nueva serie que inicialmente podría verse como eminentemente sígnica o escritural, aunque, una mirada más atenta sobre estas láminas cubiertas por pequeños fragmentos de acero brillante, también detecta siluetas de insectos y crustáceos, ramas y hojas, pequeños paisajes marinos y subacuáticos. Pensados para exponer en los estantes de una librería como si fuesen las portadas de libros ilustrados, hallaron ahora una nueva vida junto a pequeñas esculturas metálicas que, asimismo, devienen de los negativos o de los interiores de numerosas y diversas realizaciones del pasado reciente. Pero junto a esta biblioteca de cristal, donde cada plano transparente tiene su propia base y arroja llamativos destellos, hay otro grupo de vidrios cubiertos por dibujos en vinilo negro. Son también los interiores, los retazos de los dibujos que dieron vida a las volutas de metal que, a comienzos del nuevo siglo, la artista había designado con uno de los hexagramas del I Ching. Se trata de la serie Chia Jên que significa familia o clan y que ahora, a su vez, funda una nueva familia de obras. Los fragmentos, transformados y espejados, crean una antología de formas que por medio del vinilo negro cubren los vidrios como si fuesen las piezas de un teatro de sombras. En una primera instancia estas formas podrían percibirse como genéricamente orientales o como chinescas; no en vano durante largo tiempo y para la mentalidad exotista la China fue el lugar común del Oriente reabsorbiendo identidades diferentes.

 

Algunas de estas siluetas son deliberadamente zoomorfas y antropomorfas y otras parecen objetos inertes como máscaras, joyas y emblemas, pero animados por una vida secreta. De todos modos, una indagación más amplia nos relanza a la otra orilla del Pacífico, a la costa oeste de América del Norte, que fue asiento de sociedades que erigieron los postes tallados que fascinaron a Franz Boas cuando reflexionó sobre el “arte primitivo”; una suerte de formas totémicas, que curiosamente y por efecto del azar, tienen algunas similitudes con las creadas por Fabiana. Y como el mundo sigue girando y el tiempo no se detiene, los objetos y diseños de la artista han ingresado a un territorio más próximo sin perder sus anclajes en la lejanía. Ahora, los destellos del metal y las oscuridades del vinilo encontraron una renovada existencia en la cosmopolita y al mismo tiempo cercana Buenos Aires, y prometen sorprendernos, igual que en otras ocasiones, con el encanto de su inusitada naturaleza.

Guillermo Fantoni 

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