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El resto son cenizas

Carolina Favre - FAKTOR - Julián Astelarra

06.05.25 - 28.06.25

El resto son cenizas 

Tú, que te das a entender la eternidad que imaginas,
aprende de estas ruinas, si no a vivir, a caer.
- Francisco de Quevedo.


Si pensamos la posibilidad de que todos los tiempos históricos conviven en el mismo espacio, se nos permite hablar de una fusión entre las propiedades de la forma y de los materiales, que trascienden y atraviesan diferentes épocas a la vez. Los artistas contemporáneos se convierten entonces en guías, acarreando estos elementos hasta gestar unidades, en un acto de acompañamiento y cooperación que muchas veces precede la producción misma. En este universo, la práctica artística se revela como una inmersión activa en lo dado, un diálogo con las presencias que ya habitan el medio.


Graham Harman dice que los humanos se distinguen principalmente de objetos inanimados por su condición de “objetos sensuales”, pero ¿cómo acercarse entonces a las obras de Carolina Favre, con sus curvas que imitan los pliegues mismos del cuerpo, con el suave tinte rosado de un rubor aplicado? La artista Katja Novitskova llama a este proceso morfogénesis: el nacimiento de la forma, la clave a la hora de esfumar los límites entre objetos y sujetos. Favre asiste a este nacimiento, lo posibilita pero también lo deja ser. Al maquillar el cemento como si fuera el rostro de una amiga, ensaya una manera de suavizarlo y por ende, de volverlo humano. El recorrido de sus cavidades y protuberancias con los dedos, resaltando ciertas áreas con colores brillosos, se convierte en un juego de traducción de una anatomía (humana) a otra.


Operaciones similares son las que trabaja Julián Astelarra en sus múltiples frescos. Tradicionalmente, esta técnica permite que la pintura forme parte integral del lugar donde está situada, vuelve inseparables al pigmento y la pared. En este caso, nos encontramos con imágenes descascaradas y parcialmente ocultas que están al borde de la ruptura. Una poesía burlesca de las ruinas. Él las rescata, las enmarca con finas fronteras de aluminio y permite que sean transportables e intercambiables unas con otras, le da al fresco la posibilidad de existir en un lugar por fuera del muro, incluso en algo tan efímero como una fruta. Si los tres pájaros del mito de Zeuxis se posaran frente a las manzanas de Astelarra, el primero se espantaría; el segundo intentaría picotear la fruta pintada; el tercero permanecería quieto, mirándolas fijamente.

 

Las obras de Faktor nos sitúan en un imaginario cuasi telúrico al construir formas orgánicas que exhiben el tipo de comportamientos generalmente pertenecientes al reino de la tecnología. Estos bichos mutantes, con puntas filosas y brillantes, nos hipnotizan con imágenes y luces proyectadas de una realidad fragmentada. Una realidad que admite las múltiples cosmotécnicas de Yuk Hui, que descarta una única tecnología como punto de partida universal y que advierte de los diferentes modos de sentir y ordenar la experiencia. En su trabajo se hace evidente esta diversidad a través de una experimentación matérica detallista. Los enchufes modelados en porcelana fría, los tornillos precisamente afilados, la programación secuencial de hologramas que aparecen y desaparecen en una coreografía ensayada un millar de veces. Esto convierte a Faktor en ceramista, herrero y programador, todo a la vez.

De cierta manera, esta puesta en común nos permite imaginar una historia universal a partir del cemento, del fresco, del holograma. ¿De qué es contemporáneo este arte? En una odisea de la interrogación material los tres artistas se embarcan en operaciones y procesos de una delicadeza extrema: se vuelven expertos en idiomas ínfimos, en lenguajes precisos. Son ambiciosos políglotas que desglosan las capas y códigos de cada dialecto material y transitan caminos híbridos y polarizantes entre lo orgánico y lo cibernético, lo rígido y lo erótico, lo permanente y lo efímero.

Carolina Repetto

mayo 2025 

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