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La amorfo

Silvana Lacarra

Curador: Fernando Farina

16.3.17 - 28.4.17

En La amorfo, Silvana Lacarra reúne una serie de ideas y vivencias que se cruzan para dar sentido a las obras (y provocar su búsqueda). 

Ese sentido está marcado por la valoración del camino a recorrer y no por la supuesta verdad a revelarse. Una condición “contemporánea” que sin embargo no proviene de recetas tales como que la obra debe interrogar en lugar de afirmar, sino en la advertencia de que no se puede saber la verdad sin recorrer el camino, porque es intrínseca al propio andar.

En el tránsito, las piezas se constituyen como en hitos de un mapa de la experiencia de la artista. Se trata de sensaciones provocadas por distintas vivencias, muchas de ellas en lugares marginales, donde las lógicas de construcción mezclan saberes prácticos, carencias y otras estéticas. 

Lacarra elige una manera diferente de asumir la figuración, sometiéndola a un proceso de abstracción donde aparecen formas y colores, pero sobre todo materiales, elementos que remiten a historias, ya sean propias –y hablo de los materiales- como del uso, del lugar que ocupan en la sociedad, del diferente reconocimiento que tienen. En definitiva: del valor que se les da.

Pero no solo los materiales refieren a situaciones, hay relaciones especiales que la artista establece con ellos, con la memoria y el compromiso de involucrarse a través de todo el cuerpo.  Y no se trata únicamente de los recuerdos de su infancia –la naturaleza, su casa, el pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires donde nació- sino de hechos más recientes, de sentimientos entremezclados que se conjugan en el tiempo presente, donde confluyen tanto las cuestiones personales como las sociales.

La fórmica, aquel material adoptado por la clase media, se mezcla con el cartón y el plástico en combinaciones artesanales que refieren a cosas y hechos específicos: una vivienda de alguien que conoce muy bien o un techo visto al pasar.

Se trata de obras que realiza con absoluta economía de medios. De allí la cuidadosa selección que hace de cada elemento, de cada forma, de cada color. Es que al ser los materiales centrales en su obra, lejos de negarlos, Lacarra trata de exponerlos en toda su condición, en su fortaleza y fragilidad, en su maleabilidad o aspereza.

Tal vez haya aquí que alertar sobre algo más que ni siquiera la artista puede manejar: el rigor de las construcciones, la sensualidad que emerge y que se resume en la seducción provocada.

La amorfo es un título que hace “ruido”, que conlleva una aparente contradicción. Y es acaso esta objetivación de lo amorfo que remite -desde la potencia femenina- a preguntarse por el mismísimo Golem, un ser embrionario e incompleto, tan intranquilizador como enigmático, tan formal en apariencia como desestabilizador en la medida de que nos adentramos en la incertidumbre que provoca esa no búsqueda de la belleza, esa invitación a recorrer el camino.

Fernando Farina

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