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Si amanece, nos vamos

Emilia Hendreich, Renata Juncadella y Catalina Oz

15.10.24 - 30.11.24

Si amanece, nos vamos 

Emilia Hendreich, Renata Juncadella y Catalina Oz 

La edad de oro. Y todas las girls.
Manifiesto Antropófago, Oswald de Andrade,1928.


Una chica posa frente al espejo. Su casa es un castillo, con habitaciones ocultas y ventanas enormes. Una escalera de caracol y un sótano inmenso. Se separa el pelo en dos mitades exactas y lo peina con paciencia en dos trenzas larguísimas. La están observando, pero ella aún no se ha dado cuenta.


¿Qué otros seres habitan ahí? ¿Qué misterios se esconden entre las paredes? Como en el adormecimiento previo a la pesadilla, basta con apagar la luz para que salgan de sus escondites. La belleza es frágil y engañosa. El final de la trenza es, en verdad, la cabeza de una serpiente. Son tres los ojos que, sin pestañear, devuelven la mirada. Hay muchos modos de construir un autorretrato. De citar y ser citada. Apropiarse de una mitología y alimentarla, hasta el punto de exacerbar lo evidente y sacar a relucir su misterio. El tiempo se detiene y lo fantasmagórico es inevitable. La pintura es un recordatorio de la ausencia y también una confirmación de que los espacios que creemos recordar se funden inevitablemente con la imaginación.


Estamos ante la presencia de tres artistas que operan como coleccionistas. Cada una con su gabinete de curiosidades — cuartos repletos de maravillas que reflejan sus caprichos. Obsesivas y maniáticas, arman una rapsodia de ensoñaciones que le guiñan una y otra vez a la Historia del Arte. Es así que sus marcos dorados y sus finas láminas de porcelana retratan otras épocas y estilos de un pasado distante, pero no tan lejano. Emilia, Renata y Catalina adornan con destreza, y como en una carta escrita a mano, aparece la letra de cada una de ellas dejando una marca sobre sus historias. La delicadeza aparece en el gesto minucioso de cada detalle y vuelve a las obras aún más personales. Las tres artistas avanzan con paso ligero, deslizándose sigilosamente por los muros del castillo. La luz de la luna baña sus cuerpos de pies a cabeza. La chica que posaba frente al espejo aún no lo sabe, pero
cuando amanezca, ellas ya habrán pasado por ahí.

Carolina Repetto y Francisca Ranieri

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