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Un paisaje no deja de existir aunque le demos la espalda

Lihuel González

Curadora: María Alejandra Gatti

7.9.19 - 12.10.19

El teatro de la muerte es la designación que se le dio a un grupo de obras del dramaturgo polaco Tadeusz Kantor. De corte autobiográfico, este conjunto de piezas se caracterizaban por que la realidad en el escenario (la presencia física de Kantor, su historia en recuerdos e imágenes), tenía que tener su contraparte en la ilusión. La clave era que esa tensión realidad-ilusión debía permanecer equilibrada sin que ninguna asumiera del todo el control. La figura de Kantor en el escenario era otro factor, en un doble rol, dirigía y era material de la obra representando personajes que lideraban y daban instrucciones a los actores. Un vínculo entre su vida, la ficción y el entramado que se desprende de esta relación.

Lihuel González propone su propia idea teatro, presente en la escena en fragmentos que traen su cuerpo, un autorretrato y un conjunto de elementos que configuran un mapa de su historia, dirige una serie cuestiones: su mirada desde afuera, su cuerpo dislocado en partes y un conjunto de elementos ficcionales. Un pájaro muerto y disecado posa sobre una mano hecha de cera. La imagen de un fantasma cuelga del techo. Retratos de mujeres que se miran. Listados de palabras que toman cuerpo y traen imágenes que no están. La caída. El paso del tiempo. La vejez.

Por años registra lo difuso, retratos que se pierden en fondos negros, gestos imperceptibles que surgen de ejercicios de minuciosa observación, recorridos de sentido entre lenguas, y movimientos lentos como marca de un ojo paciente que mira esperando encontrar sentidos que no terminan de salir a lo visible.

La certeza de que algo está pero no podemos verlo.

La presencia de algo que tuvo cuerpo.

Un fuera de campo.

Lo que permite ver a través.

Cuerpos que accionan el espacio.

Lo que va de un lado a otro.

El espacio que cambia de forma.

El tiempo de un cuerpo.

La muerte en todas sus formas.

Resucitar.

Volver.

 

Un paisaje no deja de existir aunque le demos la espalda es un ensayo que podría enmarcarse en la lógica del teatro de la muerte: una dialéctica entre la presencia y la ausencia de Lihuel como parte material de la obra y como autora al mismo tiempo.

Organizado en dos actos que evocan la lógica de una pieza teatral, la muestra despliega una serie de elementos que retratan lo invisible: reponen con ideas, formas o recuerdos, los espacios que dejan las cosas que no están. Los intersticios. El espacio entre miradas. Lo que oculta una tela.  Lo que tapa una máscara. Lo que completa un fragmento. Lo que se vislumbra.

La dimensión temporal que traen los actos opera como forma de continuidad entre algo que está, luego se va, y se modifica para volver con otra forma. La presencia de un acto que se completa en el segundo inscribiendo una narrativa circular: ejercicios que retratan lo invisible, la muerte como ausencia de un cuerpo vivo y la resurrección como posibilidad de un nuevo comienzo.

¿Cómo retratar lo que no puede verse? ¿Existe una primera imagen que funciona como referente para la idea o es posible pensar en algo que nunca vimos?

 

María Alejandra Gatti

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